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Epoca viii. HABANA 4 HE OCTUBREHE 1874. Numero 5. &*■ ™oc,Co se |iiilili<'H LOS DOMINGOS. l'KKl'lOS l»K StS.-KlUlOX 12 reales fuertes AL MÉS EN LA HABANA. 85-~5, papel, trimestre EN EL INTERIOR Franco áo porte. v* *EDAC% r Administración SOL, NUMERO 58 A DONDE SE DI RIO IliAN TODAS • 1 as comunicaciones reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. ANO QUINCE. DIRIGIDO POR J. M. VILLERGAS. CARICATURISTA: LANDALUZE. Pna campana política. III. Tres grupos de oposición habia en las últimas ¡ Cortes do 1872: el republicano, el constitucional, ó sea conservador de la revolución, y el til fon-sino. De los tres quiero hablar separadamente. Respecto del primero, ya he dicho en el capítulo anterior que, mas que por su número, ora imponente por sus eminencias oratorias, y sin embargo, aquel grupo contaba de setenta á ochenta diputados, aunque me parece que nunca llegaron á reunirse en el salón arriba do cincuenta ó sesenta. El grupo conservador revolucionario era bastante reducido; pero tenia importancia por las condiciones de las personas que le componían, entro las cuales recuerdo al Sr. Romero Ortiz, hoy Ministro de Ultramar, en quien reconozco uno de los políticos de mas ciencia y de mas conciencia de nuestro país; el Sr. Ulloa, hoy Ministro de Estado, bien conocido lambion por su vida oficial y parlamentaria; el Sr. Balaguer, antiguo escritor, que igualmente ha sabido distinguirse por su tacto político como Ministro de Ultramar; el joven Sr. Gamazo, cuya fácil, sesuda y valiente .palabra tantas veces se ha empleado en la defensa do la integridad del territorio, y el general D. Laureano Sanz, ardiente patriota, que tan dignamente habia sabido antes y sabe hoy mantener la bandera, española en Puerto Rico. Tócame ya hablar del grupo alfonsino, el mas reducido de todos; pero no el menos respetable por las porsonas que lo constituían, pues estas eran el Sr. D. Agustín Esteban Collantes, el mas agradable, ingenioso y simpático de nuestros oradores, aquel cuyos discursos tienen solo una falta, que es la de parecer cortos, y esto hace su recomendación; el Sr. D. Pedro Salaver-ría, bien reputado hacendista, el Sr. Jo ve y He-vía, notable por la elegancia, y sobre todo, por la fina circunspección de su siempre intenciona-1 do lenguaje; el conde do Torcno, entendido y fogoso adalid, en quien solo hay que reprochar un cierto vicio de pronunciación; el Sr. Marqués de Manzanedo, tan influyente por su posición como apreciable por su trato, y el joven Señor Pidal, á quien exprofeso lio dejado para la conclusión, queriendo consagrarlo un parrafito en I esta revista de notabilidades parlamentarias. Es elSr. Pidal y Moú un joven grandemente instruido, y dotado en particular de una erudición religiosa inconcebible en sus años. Se necesita haber venido al mundo con el privilegio de una poderosa inteligencia y do una memoria fenomenal, para llegar á tener á la edad do veintiséis ó ventiocho años esa erudición, que bien puede llamarse ciencia. Poro á este profundo saber, une el Sr. Pidal una facilidad de elocución tan admirable y una vehemencia tal para sostener sus creencias ultracalólicas, que os absolutamente imposible para los taquígrafos seguirle la pista. Pronuncia bien, y sobre todo, pronuncia en igualdad do tiempo triplo número de voces que otro orador cualquiera, revelándose de tal modo la exceloncia de su educación, que, aunque siempre habla con rapidez inimitable, y siempre animado por el fuego do la pasión, nunca sale de sus labios una expresión ofensiva para sus contrarios ni inconveniente para un parlamento. Tal es, como orador, el joven Pidal, en quien hallamos un defecto, según so lo hemos manifestado á él mismo para que se corrija, y es oso exceso de facilidad que apenas permite al que le oye seguir la ilación do sus ideas; pero que, de todos modos, no ha de impedirle figurar como una de las mas grandes lumbreras parlamentarias do la nación española. Por lo que llevo dicho do las mas distinguidas personas que formaban las oposiciones, puede juzgarse de la imparcialidad con que voy procediendo, y sirva esto de anticipada contestación á los que pudieran desear que, al combatir las malas doctrinas, desconociese yo, ó cuando menos, hiciera caso omiso de la elocuencia de los que esas malas doctrinas han difundido, conduc* ta que la equidad rechaza y que hasta el pa-I triótismo condena; porque asi como, tratándose do los hambres de grandes dotes para la guerra, nos envanecemos los redactores del M oro de contar por paisanos nuestros, lo mismo á Zuma-I lacarregui que al marqués del Duero, y lo m¡£-j mo á Cabrera que á Zurba no, asi nos felicitaremos siempre de haber podido en esto siglo oponer á las eminencias oratorias do otros países-un López y un Alcalá Galiano, un Arguelles y un Martínez de la llosa, un Olózagayun conde do Toreno, un Castolar y un González Bravo, un Salmerón y un Jtios Posas, un Martos y un Cánovas del Castillo etc., importándonos poco el no estar quizá conformes en política con ninguno de ellos, para considerarlos á todos, por su talento, como glorias nacionales. Fáltame decir que todas las mencionadas-oposicionos eran antidinásticas; la republicana, porque no aceptaba ninguna dinastía; la de los-alfonsinos, por lo que estaba diciendo su denominación, y la conservadora, ó constitucional,, porque no guiaba la nave) que tal fue la gran creación de la monarquía revolucionaria: una institución sin tradiciones que la hicieran respetable, sin una sola simpatía desinterada en la opinión, sin mas defensores que los partidos á quienes entregara el poder, y. esto únicamente mientras el libre albedrío do los favorecidos so viera refrenado por la posesión del mando; una monarquía ministerial, hablando en plata. Verdad es que, ostensiblemente, solo „.combatían los conservadores al partido radical; pero no ora fácil hallar uno de ellos quo no hiciera secretos votos por la caída de aquel rey que habia tenido el mal gusto do entregarse á sús-contrarios; como estos los hacían antes, cuando-en Palacio dominaban las tendencias conservadoras, y pues levantada sobre tan deleznables cimientos estaba la dinastía de Saboya, dígaseme' si no se engañaban á sí mismos los hombres quo. halagados momentáneamente por el viento de
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Title | Page 1 |
Object ID | chc9998000204 |
Digital ID | chc99980002040001001 |
Full Text | Epoca viii. HABANA 4 HE OCTUBREHE 1874. Numero 5. &*■ ™oc,Co se |iiilili<'H LOS DOMINGOS. l'KKl'lOS l»K StS.-KlUlOX 12 reales fuertes AL MÉS EN LA HABANA. 85-~5, papel, trimestre EN EL INTERIOR Franco áo porte. v* *EDAC% r Administración SOL, NUMERO 58 A DONDE SE DI RIO IliAN TODAS • 1 as comunicaciones reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. ANO QUINCE. DIRIGIDO POR J. M. VILLERGAS. CARICATURISTA: LANDALUZE. Pna campana política. III. Tres grupos de oposición habia en las últimas ¡ Cortes do 1872: el republicano, el constitucional, ó sea conservador de la revolución, y el til fon-sino. De los tres quiero hablar separadamente. Respecto del primero, ya he dicho en el capítulo anterior que, mas que por su número, ora imponente por sus eminencias oratorias, y sin embargo, aquel grupo contaba de setenta á ochenta diputados, aunque me parece que nunca llegaron á reunirse en el salón arriba do cincuenta ó sesenta. El grupo conservador revolucionario era bastante reducido; pero tenia importancia por las condiciones de las personas que le componían, entro las cuales recuerdo al Sr. Romero Ortiz, hoy Ministro de Ultramar, en quien reconozco uno de los políticos de mas ciencia y de mas conciencia de nuestro país; el Sr. Ulloa, hoy Ministro de Estado, bien conocido lambion por su vida oficial y parlamentaria; el Sr. Balaguer, antiguo escritor, que igualmente ha sabido distinguirse por su tacto político como Ministro de Ultramar; el joven Sr. Gamazo, cuya fácil, sesuda y valiente .palabra tantas veces se ha empleado en la defensa do la integridad del territorio, y el general D. Laureano Sanz, ardiente patriota, que tan dignamente habia sabido antes y sabe hoy mantener la bandera, española en Puerto Rico. Tócame ya hablar del grupo alfonsino, el mas reducido de todos; pero no el menos respetable por las porsonas que lo constituían, pues estas eran el Sr. D. Agustín Esteban Collantes, el mas agradable, ingenioso y simpático de nuestros oradores, aquel cuyos discursos tienen solo una falta, que es la de parecer cortos, y esto hace su recomendación; el Sr. D. Pedro Salaver-ría, bien reputado hacendista, el Sr. Jo ve y He-vía, notable por la elegancia, y sobre todo, por la fina circunspección de su siempre intenciona-1 do lenguaje; el conde do Torcno, entendido y fogoso adalid, en quien solo hay que reprochar un cierto vicio de pronunciación; el Sr. Marqués de Manzanedo, tan influyente por su posición como apreciable por su trato, y el joven Señor Pidal, á quien exprofeso lio dejado para la conclusión, queriendo consagrarlo un parrafito en I esta revista de notabilidades parlamentarias. Es elSr. Pidal y Moú un joven grandemente instruido, y dotado en particular de una erudición religiosa inconcebible en sus años. Se necesita haber venido al mundo con el privilegio de una poderosa inteligencia y do una memoria fenomenal, para llegar á tener á la edad do veintiséis ó ventiocho años esa erudición, que bien puede llamarse ciencia. Poro á este profundo saber, une el Sr. Pidal una facilidad de elocución tan admirable y una vehemencia tal para sostener sus creencias ultracalólicas, que os absolutamente imposible para los taquígrafos seguirle la pista. Pronuncia bien, y sobre todo, pronuncia en igualdad do tiempo triplo número de voces que otro orador cualquiera, revelándose de tal modo la exceloncia de su educación, que, aunque siempre habla con rapidez inimitable, y siempre animado por el fuego do la pasión, nunca sale de sus labios una expresión ofensiva para sus contrarios ni inconveniente para un parlamento. Tal es, como orador, el joven Pidal, en quien hallamos un defecto, según so lo hemos manifestado á él mismo para que se corrija, y es oso exceso de facilidad que apenas permite al que le oye seguir la ilación do sus ideas; pero que, de todos modos, no ha de impedirle figurar como una de las mas grandes lumbreras parlamentarias do la nación española. Por lo que llevo dicho do las mas distinguidas personas que formaban las oposiciones, puede juzgarse de la imparcialidad con que voy procediendo, y sirva esto de anticipada contestación á los que pudieran desear que, al combatir las malas doctrinas, desconociese yo, ó cuando menos, hiciera caso omiso de la elocuencia de los que esas malas doctrinas han difundido, conduc* ta que la equidad rechaza y que hasta el pa-I triótismo condena; porque asi como, tratándose do los hambres de grandes dotes para la guerra, nos envanecemos los redactores del M oro de contar por paisanos nuestros, lo mismo á Zuma-I lacarregui que al marqués del Duero, y lo m¡£-j mo á Cabrera que á Zurba no, asi nos felicitaremos siempre de haber podido en esto siglo oponer á las eminencias oratorias do otros países-un López y un Alcalá Galiano, un Arguelles y un Martínez de la llosa, un Olózagayun conde do Toreno, un Castolar y un González Bravo, un Salmerón y un Jtios Posas, un Martos y un Cánovas del Castillo etc., importándonos poco el no estar quizá conformes en política con ninguno de ellos, para considerarlos á todos, por su talento, como glorias nacionales. Fáltame decir que todas las mencionadas-oposicionos eran antidinásticas; la republicana, porque no aceptaba ninguna dinastía; la de los-alfonsinos, por lo que estaba diciendo su denominación, y la conservadora, ó constitucional,, porque no guiaba la nave) que tal fue la gran creación de la monarquía revolucionaria: una institución sin tradiciones que la hicieran respetable, sin una sola simpatía desinterada en la opinión, sin mas defensores que los partidos á quienes entregara el poder, y. esto únicamente mientras el libre albedrío do los favorecidos so viera refrenado por la posesión del mando; una monarquía ministerial, hablando en plata. Verdad es que, ostensiblemente, solo „.combatían los conservadores al partido radical; pero no ora fácil hallar uno de ellos quo no hiciera secretos votos por la caída de aquel rey que habia tenido el mal gusto do entregarse á sús-contrarios; como estos los hacían antes, cuando-en Palacio dominaban las tendencias conservadoras, y pues levantada sobre tan deleznables cimientos estaba la dinastía de Saboya, dígaseme' si no se engañaban á sí mismos los hombres quo. halagados momentáneamente por el viento de |
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