Page 1 |
Save page Remove page | Previous | 1 of 32 | Next |
|
small (250x250 max)
medium (500x500 max)
Large
Extra Large
full size
Full Resolution
All (PDF)
|
This page
All
|
Loading content ...
Epoca vili. HABANA 4 DE JULIO DE 1875. Numero 44. U public» LOS DOMINGOS PRBCIOS DB SV8CRICI01I 12 reales Viertes ALMES EN LA HABANA. 80-30, papel, trlmestre EN EL INTERIOR Franco 1« porto. vv KEDAc% 7 Administración SOL, NUMERO 58. A DONDE SB DIRIGIRAN TODAB. Ins comunicaciones l reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. AÑO QUINCE. JpIR^GIDO jJ. JA. yiLLEI^GAS, CARICATURISTA: LANDALUZE. LAS TRADICIONES. Decíamos hace menos de una hora....... y empiezo este artículo así, porque, si el venerable Fray Luis de León, al cabo de un año de ausencia de su cátedra, reanudó sus lecciones con las célebres palabras decíamos ayer, nosotros, que vamos á seguir tratando el asunto á que dedicamos otro artículo hace quince dias, debemos, por la regla de tres, que es la más oportuna en estas circunstancias, puesto que también se la ha llamado alguna vez regla de oro, suponer que no han trascurrido más que cincuentá y nueve minutos y algunos segundos desde el penúltimo al presente número del Moro Muza. Decíamos, pues, no hace todavía una hora, que no hay constitución política, por cerca que ande de la perfección, y por adelantado que esté el pais donde ella rija, que no tenga- que suspenderse con más ó ménos frecuencia, porque las constituciones se hacen para la vida normal de los pueblos, y cuando en éstos sufre alteraciones graves la tranquilidad pública, preciso es atacar el mal con remedios excepcionales, según lo han hecho todos los maestros del arte de gobernar, desde los antiguos tiempos hasta nuestros dias. Podrán enfadarse con «nosotros los ciegos amantes de la rutina; pero eso no impedirá que sea verdad lo que decimos, y por lo tanto, que tengamos derecho á mirar como salida de pié de banco una de las muletillas que andan en juego á propósito de las políticas constituciones. Decíamos también, hace ménos de una hora, que es otra muletilla sin sentido la de que han dado en echar mano algunos partidos, suponiendo que las constituciones deben .amoldarse á las costumbres, pues la experiencia nos dice que los progresos políticos son de general aplicación en los países donde hay unidad de razas, aunque entre sí difieran considerablemente las costumbres de esos países, y á la prueba me remito. ¿En qué se parecen, amados lectores, las costumbres délos portugueses y de los belgas á las de los ingleses? En nada. ¿Qué hay de común entre las costumbres de los portugueses y las de lo-s belgas? Nada. ¿Y qué han hecho en política los belgas y los portugueses? lían imitado, ó por mejor decir, han copiado el sistema parlamentario de los ingleses, de lo cual no tienen porqué estar arrepentidos, pues Portugal, que hace cuarenta y cinco años vivía trabajosamente bajo el régimen absolutista, y Bélgica, que ni siquiera existía como nación en aquel tiempo, son en el dia dos pueblos felices y acostumbrados á las prácticas del gobierno constitucional que les ha dado el bienestar que disñqitan; de donde se infiere que no son las costumbres las que sirven de pauta á las constituciones, sino, al revés, las constituciones las que crean ó modifican las costumbres políticas de los pueblos. En los primeros años de este siglo babia muchos hombres que rechazaban el sistema constitucional, sin saber si era bueno ó malo, no por otra cosa sino porque tenían la costumbre de vivir bajo otro sistema, y no hace todavía cuarenta años que estuvo para ser destronado un emperador de Turquía, por haber querido renunciar generosamente al régimen oriental, que le daba derecho para mandar cortar la cabeza ó empalar á cualquiera de sus súbditos, sin forma ninguna de proceso; pero, porque eso baya sucedido en Turquía, ¿no sería de desear que la gente de aquel imperio llegase á tener en la legislación una sólida garantía para sus vidas y sus propiedades? Porque nuestros abuelos tuviesen la costumbre de sobrellevar el despotismo ¿habían de renunciar las Cortes de Cádiz á la gloria de sentar la base del nuevo edificio político á que ya se ha ido acostumbrando y aun aficionando la mayoría de los españoles? No sé; pero me dá el corazón que la respuesta que las personas ilustradas den á estas preguntas, no ha de ser favorable á los partidos que sostienen sus doctrinas con razones de pié de banco. Todavía en esos partidos hay quien hace uso de otra muletilla, consistente en una de esas frases en que, como ha dicho bien cierto filósofo, lo hinchado de las palabras suple á lo vacío de las ideas, y esa muletilla es la de las tradiciones, A menudo llegan hasta mis oidos las vo ces huecas de los que andan por los cerros” de Ubeda gritando: «¡Es preciso que la nueva constitución se baga de acuerdo con nuestras tradiciones!» y seguro estoy de que, si á los que hablan así, se le pregnntase lo que quieren decir, se quedarían tan atolondrados como aquel ciudadano federal que en 1873 estaba hecho un energúmeno porque no veia reformas, y preguntándole yo qué reformas eran las que él echaba de ménos, me contestó confesando ingenuamente que lo ignoraba; pero que algo bueno debía ser cuando todo el mundo lo pedia. . Y suponiendo que los que tanto hablan de tradiciones supieran lo que esta palabra significa, yo quisiera preguntarles cuáles son las tradiciones á que se refieren, entre las muchas con que es natural que cuente un pueblo de variada vida y de larga historia. • ¿Serán las tradiciones de la España anterior á Indortes é Istolacio, aquellos varones que tan heroicamente lucharon contra los cartagineses? No, porque empezaríamos por no saber cuál era el régimen político de aquella época, que, aunque sea lejana, tiene algún derecho á la general consideración, y sobre todo, á la de los partidarios de las antigüedades. ¿Serán las de los godos, fundadores de la monarquía en nuestra patria? Entonces los que eso piden estarán por el sistema electivo, que fué el que durante siglos prevaleció; tanto que Suintila, con sólo mostrar la pretensión de hacer hereditario el poder, perdió la corona; como Tulga, después de subir al trono por aclamación de los que tenían el derecho de elegirle, fué depuesto, á pesar de sus buenas condiciones, por el sólo hecho de deber la existencia á otro monarca. Esto, en cuanto á la magistratura suprema de la nación, que en cuanto al mecanismo político,’ los que á dichas tradiciones aluden, querrán reducir la representación nacional á los concilios toledanos, que formaban las Cortés de aquel tiempo.
Object Description
Description
Title | Page 1 |
Object ID | chc9998000213 |
Digital ID | chc99980002130001001 |
Full Text | Epoca vili. HABANA 4 DE JULIO DE 1875. Numero 44. U public» LOS DOMINGOS PRBCIOS DB SV8CRICI01I 12 reales Viertes ALMES EN LA HABANA. 80-30, papel, trlmestre EN EL INTERIOR Franco 1« porto. vv KEDAc% 7 Administración SOL, NUMERO 58. A DONDE SB DIRIGIRAN TODAB. Ins comunicaciones l reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. AÑO QUINCE. JpIR^GIDO jJ. JA. yiLLEI^GAS, CARICATURISTA: LANDALUZE. LAS TRADICIONES. Decíamos hace menos de una hora....... y empiezo este artículo así, porque, si el venerable Fray Luis de León, al cabo de un año de ausencia de su cátedra, reanudó sus lecciones con las célebres palabras decíamos ayer, nosotros, que vamos á seguir tratando el asunto á que dedicamos otro artículo hace quince dias, debemos, por la regla de tres, que es la más oportuna en estas circunstancias, puesto que también se la ha llamado alguna vez regla de oro, suponer que no han trascurrido más que cincuentá y nueve minutos y algunos segundos desde el penúltimo al presente número del Moro Muza. Decíamos, pues, no hace todavía una hora, que no hay constitución política, por cerca que ande de la perfección, y por adelantado que esté el pais donde ella rija, que no tenga- que suspenderse con más ó ménos frecuencia, porque las constituciones se hacen para la vida normal de los pueblos, y cuando en éstos sufre alteraciones graves la tranquilidad pública, preciso es atacar el mal con remedios excepcionales, según lo han hecho todos los maestros del arte de gobernar, desde los antiguos tiempos hasta nuestros dias. Podrán enfadarse con «nosotros los ciegos amantes de la rutina; pero eso no impedirá que sea verdad lo que decimos, y por lo tanto, que tengamos derecho á mirar como salida de pié de banco una de las muletillas que andan en juego á propósito de las políticas constituciones. Decíamos también, hace ménos de una hora, que es otra muletilla sin sentido la de que han dado en echar mano algunos partidos, suponiendo que las constituciones deben .amoldarse á las costumbres, pues la experiencia nos dice que los progresos políticos son de general aplicación en los países donde hay unidad de razas, aunque entre sí difieran considerablemente las costumbres de esos países, y á la prueba me remito. ¿En qué se parecen, amados lectores, las costumbres délos portugueses y de los belgas á las de los ingleses? En nada. ¿Qué hay de común entre las costumbres de los portugueses y las de lo-s belgas? Nada. ¿Y qué han hecho en política los belgas y los portugueses? lían imitado, ó por mejor decir, han copiado el sistema parlamentario de los ingleses, de lo cual no tienen porqué estar arrepentidos, pues Portugal, que hace cuarenta y cinco años vivía trabajosamente bajo el régimen absolutista, y Bélgica, que ni siquiera existía como nación en aquel tiempo, son en el dia dos pueblos felices y acostumbrados á las prácticas del gobierno constitucional que les ha dado el bienestar que disñqitan; de donde se infiere que no son las costumbres las que sirven de pauta á las constituciones, sino, al revés, las constituciones las que crean ó modifican las costumbres políticas de los pueblos. En los primeros años de este siglo babia muchos hombres que rechazaban el sistema constitucional, sin saber si era bueno ó malo, no por otra cosa sino porque tenían la costumbre de vivir bajo otro sistema, y no hace todavía cuarenta años que estuvo para ser destronado un emperador de Turquía, por haber querido renunciar generosamente al régimen oriental, que le daba derecho para mandar cortar la cabeza ó empalar á cualquiera de sus súbditos, sin forma ninguna de proceso; pero, porque eso baya sucedido en Turquía, ¿no sería de desear que la gente de aquel imperio llegase á tener en la legislación una sólida garantía para sus vidas y sus propiedades? Porque nuestros abuelos tuviesen la costumbre de sobrellevar el despotismo ¿habían de renunciar las Cortes de Cádiz á la gloria de sentar la base del nuevo edificio político á que ya se ha ido acostumbrando y aun aficionando la mayoría de los españoles? No sé; pero me dá el corazón que la respuesta que las personas ilustradas den á estas preguntas, no ha de ser favorable á los partidos que sostienen sus doctrinas con razones de pié de banco. Todavía en esos partidos hay quien hace uso de otra muletilla, consistente en una de esas frases en que, como ha dicho bien cierto filósofo, lo hinchado de las palabras suple á lo vacío de las ideas, y esa muletilla es la de las tradiciones, A menudo llegan hasta mis oidos las vo ces huecas de los que andan por los cerros” de Ubeda gritando: «¡Es preciso que la nueva constitución se baga de acuerdo con nuestras tradiciones!» y seguro estoy de que, si á los que hablan así, se le pregnntase lo que quieren decir, se quedarían tan atolondrados como aquel ciudadano federal que en 1873 estaba hecho un energúmeno porque no veia reformas, y preguntándole yo qué reformas eran las que él echaba de ménos, me contestó confesando ingenuamente que lo ignoraba; pero que algo bueno debía ser cuando todo el mundo lo pedia. . Y suponiendo que los que tanto hablan de tradiciones supieran lo que esta palabra significa, yo quisiera preguntarles cuáles son las tradiciones á que se refieren, entre las muchas con que es natural que cuente un pueblo de variada vida y de larga historia. • ¿Serán las tradiciones de la España anterior á Indortes é Istolacio, aquellos varones que tan heroicamente lucharon contra los cartagineses? No, porque empezaríamos por no saber cuál era el régimen político de aquella época, que, aunque sea lejana, tiene algún derecho á la general consideración, y sobre todo, á la de los partidarios de las antigüedades. ¿Serán las de los godos, fundadores de la monarquía en nuestra patria? Entonces los que eso piden estarán por el sistema electivo, que fué el que durante siglos prevaleció; tanto que Suintila, con sólo mostrar la pretensión de hacer hereditario el poder, perdió la corona; como Tulga, después de subir al trono por aclamación de los que tenían el derecho de elegirle, fué depuesto, á pesar de sus buenas condiciones, por el sólo hecho de deber la existencia á otro monarca. Esto, en cuanto á la magistratura suprema de la nación, que en cuanto al mecanismo político,’ los que á dichas tradiciones aluden, querrán reducir la representación nacional á los concilios toledanos, que formaban las Cortés de aquel tiempo. |
Archive | chc99980002130001001.tif |
Tags
Comments
Post a Comment for Page 1