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Epoca viii. HABANA 7 DE FEBRERO DE 1875. Numero 23. ^™°o,Co se publica LOS DOMINGOS PRKCIOS DE 8CSCRICIOX 12 reales fuertes AL MES EN LA HABANA. $5>SO, papel, trimestre EN EL INTERIOR Franco do porto. 7t0¡0í tossa® V* BEDAC% SOL, NUMERO 58, A DONDE DIRIGIRAN TODAS las comunicaciones Y reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. AÑO QUINCE. piF^IGIDO PO\ jj. JA. yiLLEF^GAS. _ CARICATURISTA: LANDALUZE» UNA CAMPAÑA POLITICA. XXI. No me lie propuesto agraviar á nadie al escribir estos históricos apuntes, sino dar á cada cual lo que lealmente creo que le corresponde, según su capacidad y sus hechos, y además, no será ofender al Sr. D. Santiago Soler y Plá el decir que, si bien se ha sentado en las Cortes varias veces, jamás ha podido distinguirse como diputado, y que no se, por consiguiente, qué razón tendría Cas-téíar para dar la cartera de Ultramar á dicho señor, como no fuese la influencia de la amistad, que tanta fuerza ha tenido siempre en nuestro p^iís y particularmente en tiempo de la república. Se me dirá que el Sr. Soler y Plá pudo ser ministro de Ultramar por haberlo sido ántes de Estado; pero, ¿por qué fué ministro de Estado el Sr. Soler y Plá? ¿Por qué se le dió la cartera de relaciones extranjeras, que es la que pone al que la acepta en el caso de tratar con los primeros diplomáticos del mundo, y la que, por lo tanto, exige más talento, más experiencia, más maduro juicio y más instrucción en el hombre que ha de desempeñarla? Veamos. En una biografía del, Sr. Soler y Plá, que oportunamente se dió á luz en la Habana, solo se pudo decir de dicho señor que nunca se contradijo en sus actos y votaciones como diputado, y que, se valió del periódico y del libro como propagandista; pero tuvo bien cuidado el biógrafo de no hablar de discursos, ni de citar los nombres de los libros y de los periódicos á que se referia, y ¿cómo no había de ser así, cuando en realidad, el Sr. Soler y Plá no ha escrito nunca libros, no creo que haya podido tomar parte importante en periódicos, y no ha desplegado sus lábíos en el Parlamento, más que para decir sí ó nó en las votaciones? Cuidado, lectores mios, que el que escribió la ántes citada biografía, estaba dispuesto á dar al Sr. Soler y Plá ei incienso que se prodiga siempre á quien se halla en aptitud de dispensar favores; tanto, que llegó á cali- ficar de atrevida y peligrosa la empresa del viaje á las Antillas, en mal hora concebida y realizada por el citado ministro de Ultramar de la república, y sin embargo, ese hombre, que casi ponía al Sr. Soler y Plá á la altura de Colon, Magallanes, Cook, Vasco de Gama, Laperouse, Johon Franklin y cuantos grandes navegantes han surcado mares desconocidos, tuvo que confesar implícitamente que el biografiado,' ensalzado y hasta laminizado, como diría el célebre Cormenin, no ha figurado siquiera entre las medianias de la literatura ó de la oratoria del partido republicano, y siendo esto claro y evidente, ¿como pudo ser el Sr. Soler y Plá Ministro de Estado primero y de Ultramar después, si no fué por el culto que al favoritismo se rindió en la era republicana? Lo cierto es que, con asombro general, fué ministro de Estado el Sr. Soler y Plá, y que, cuando dejó de serlo, se le confió una cartera más difícil que la que acababa de desempeñar; como que la que entonces tomaba era, por decirlo asi, una cartera universal, puesto que abrazaba casi todos los ramos de la administración. ¿Por qué, pues’ los Señores Salmerón y Castelar hicieron dos veces ministro al Sr. Soler y Plá? ¿Era esto servir á la pátria ó servir al amigo? ¡Ah! El Sr. Salmerón ya hizo ver cuánto le interesaban los amigos más que la pátria, cuando nombró Gobernador de Salamanca al hombre que tuvo el valor de presentarse en las Cortes con el acta calabresa que últimamente se había forjado en Alcañices, y respecto al Sr. Castelar, cuyos servicios prestados á la causa del orden estoy encareciendo en estos artículos, no vacilo en decir que, de tddos nuestros hombres políticos, es, desgraciada-monte, el que más se deja dominar por las afecciones personales. Amigo era Castelar de Soler; ¿cómo, entonces, podía Soler dejar de ser ministro? Hé aquí resuelto el problema. En cuanto á la cartera de Ultramar, un hombre político, en la verdadera acepción de esta última palabra, la hubiera tomado para enterarse del estado de nuestras pose- sioues ultramarinas, y estudiar dia y noche-el remedio que debiera aplicarse á los males de que su administración adoleciese; pero el Sr. Soler y Plá no podía tomar dicha cartera más que para conseguir por su medio una gloria digita de su ambición, y pensar en todo ménos en lo que interesaba á la pátria; y así fué, que, semejante á Catalina Howard, que, según Alejandro Dumas, necesitaba verse aclamada para convencerse de que era reina,- no se le ocurrió al Sr. Soler y Plá, luego que tomó la mencionada cartera, nada mejor que venir á las Antillas á verse acatado por los españoles del Huevo Mundo, para persuadirse de que no era un sueño la posición que babia logrado. Una de las personas que primero tuviífc-on noticia de la estrambótica idea del Sr. Soler y Plá fué el autor de éstos renglones, á quien se acercó en el Salón de Conferencias del Congreso un joven catalan y le dijo: «El nuevo MjÉistro de Ultramar me ha manifestado' que prwisa conferenciar con V., para lo cual le dará pronto una cita; porque quiere hacer un viaje á las Antillas, y le importa mucho que las personas que, como V., han vivido en aquellas tierras, le ilustren acerca de varios asuntos, á fin de que en los pasos que desde ahora dé, pueda proceder con algún conocimiento de causa. Tal es el encargo que el ministro me ha hecho, suplicando á V. quello hable del particular hasta que su resolución sea conocida del público.» Confieso que me agradó el recadó, no por lo que pudiera lisonjear mi amor propio,, que adelantado estaría yo si tal recado fuese capaz de lisonjearme, si no porque basta entonces los ministros habían consultado con. todo bicho viviente acerca de las cosas de las Antillas, ménos conmigo; y decia yo para mis adentros que, cuando cesaba la, prevención que contra mi persona se habia abrigado desde que hice callar á los que seguían la triste moda de insultar al elemento-español de Cuba, era eso infalible señal de que la política ultramarina iba á tomar ya el carácter franco y resuelto de política nacional. Pero, ¿qué hubieran dicho los dipu-
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Title | Page 1 |
Object ID | chc9998000208 |
Digital ID | chc99980002080001001 |
Full Text | Epoca viii. HABANA 7 DE FEBRERO DE 1875. Numero 23. ^™°o,Co se publica LOS DOMINGOS PRKCIOS DE 8CSCRICIOX 12 reales fuertes AL MES EN LA HABANA. $5>SO, papel, trimestre EN EL INTERIOR Franco do porto. 7t0¡0í tossa® V* BEDAC% SOL, NUMERO 58, A DONDE DIRIGIRAN TODAS las comunicaciones Y reclamaciones. PERIODICO DE LITERATURA, ARTES Y OTROS INGREDIENTES. AÑO QUINCE. piF^IGIDO PO\ jj. JA. yiLLEF^GAS. _ CARICATURISTA: LANDALUZE» UNA CAMPAÑA POLITICA. XXI. No me lie propuesto agraviar á nadie al escribir estos históricos apuntes, sino dar á cada cual lo que lealmente creo que le corresponde, según su capacidad y sus hechos, y además, no será ofender al Sr. D. Santiago Soler y Plá el decir que, si bien se ha sentado en las Cortes varias veces, jamás ha podido distinguirse como diputado, y que no se, por consiguiente, qué razón tendría Cas-téíar para dar la cartera de Ultramar á dicho señor, como no fuese la influencia de la amistad, que tanta fuerza ha tenido siempre en nuestro p^iís y particularmente en tiempo de la república. Se me dirá que el Sr. Soler y Plá pudo ser ministro de Ultramar por haberlo sido ántes de Estado; pero, ¿por qué fué ministro de Estado el Sr. Soler y Plá? ¿Por qué se le dió la cartera de relaciones extranjeras, que es la que pone al que la acepta en el caso de tratar con los primeros diplomáticos del mundo, y la que, por lo tanto, exige más talento, más experiencia, más maduro juicio y más instrucción en el hombre que ha de desempeñarla? Veamos. En una biografía del, Sr. Soler y Plá, que oportunamente se dió á luz en la Habana, solo se pudo decir de dicho señor que nunca se contradijo en sus actos y votaciones como diputado, y que, se valió del periódico y del libro como propagandista; pero tuvo bien cuidado el biógrafo de no hablar de discursos, ni de citar los nombres de los libros y de los periódicos á que se referia, y ¿cómo no había de ser así, cuando en realidad, el Sr. Soler y Plá no ha escrito nunca libros, no creo que haya podido tomar parte importante en periódicos, y no ha desplegado sus lábíos en el Parlamento, más que para decir sí ó nó en las votaciones? Cuidado, lectores mios, que el que escribió la ántes citada biografía, estaba dispuesto á dar al Sr. Soler y Plá ei incienso que se prodiga siempre á quien se halla en aptitud de dispensar favores; tanto, que llegó á cali- ficar de atrevida y peligrosa la empresa del viaje á las Antillas, en mal hora concebida y realizada por el citado ministro de Ultramar de la república, y sin embargo, ese hombre, que casi ponía al Sr. Soler y Plá á la altura de Colon, Magallanes, Cook, Vasco de Gama, Laperouse, Johon Franklin y cuantos grandes navegantes han surcado mares desconocidos, tuvo que confesar implícitamente que el biografiado,' ensalzado y hasta laminizado, como diría el célebre Cormenin, no ha figurado siquiera entre las medianias de la literatura ó de la oratoria del partido republicano, y siendo esto claro y evidente, ¿como pudo ser el Sr. Soler y Plá Ministro de Estado primero y de Ultramar después, si no fué por el culto que al favoritismo se rindió en la era republicana? Lo cierto es que, con asombro general, fué ministro de Estado el Sr. Soler y Plá, y que, cuando dejó de serlo, se le confió una cartera más difícil que la que acababa de desempeñar; como que la que entonces tomaba era, por decirlo asi, una cartera universal, puesto que abrazaba casi todos los ramos de la administración. ¿Por qué, pues’ los Señores Salmerón y Castelar hicieron dos veces ministro al Sr. Soler y Plá? ¿Era esto servir á la pátria ó servir al amigo? ¡Ah! El Sr. Salmerón ya hizo ver cuánto le interesaban los amigos más que la pátria, cuando nombró Gobernador de Salamanca al hombre que tuvo el valor de presentarse en las Cortes con el acta calabresa que últimamente se había forjado en Alcañices, y respecto al Sr. Castelar, cuyos servicios prestados á la causa del orden estoy encareciendo en estos artículos, no vacilo en decir que, de tddos nuestros hombres políticos, es, desgraciada-monte, el que más se deja dominar por las afecciones personales. Amigo era Castelar de Soler; ¿cómo, entonces, podía Soler dejar de ser ministro? Hé aquí resuelto el problema. En cuanto á la cartera de Ultramar, un hombre político, en la verdadera acepción de esta última palabra, la hubiera tomado para enterarse del estado de nuestras pose- sioues ultramarinas, y estudiar dia y noche-el remedio que debiera aplicarse á los males de que su administración adoleciese; pero el Sr. Soler y Plá no podía tomar dicha cartera más que para conseguir por su medio una gloria digita de su ambición, y pensar en todo ménos en lo que interesaba á la pátria; y así fué, que, semejante á Catalina Howard, que, según Alejandro Dumas, necesitaba verse aclamada para convencerse de que era reina,- no se le ocurrió al Sr. Soler y Plá, luego que tomó la mencionada cartera, nada mejor que venir á las Antillas á verse acatado por los españoles del Huevo Mundo, para persuadirse de que no era un sueño la posición que babia logrado. Una de las personas que primero tuviífc-on noticia de la estrambótica idea del Sr. Soler y Plá fué el autor de éstos renglones, á quien se acercó en el Salón de Conferencias del Congreso un joven catalan y le dijo: «El nuevo MjÉistro de Ultramar me ha manifestado' que prwisa conferenciar con V., para lo cual le dará pronto una cita; porque quiere hacer un viaje á las Antillas, y le importa mucho que las personas que, como V., han vivido en aquellas tierras, le ilustren acerca de varios asuntos, á fin de que en los pasos que desde ahora dé, pueda proceder con algún conocimiento de causa. Tal es el encargo que el ministro me ha hecho, suplicando á V. quello hable del particular hasta que su resolución sea conocida del público.» Confieso que me agradó el recadó, no por lo que pudiera lisonjear mi amor propio,, que adelantado estaría yo si tal recado fuese capaz de lisonjearme, si no porque basta entonces los ministros habían consultado con. todo bicho viviente acerca de las cosas de las Antillas, ménos conmigo; y decia yo para mis adentros que, cuando cesaba la, prevención que contra mi persona se habia abrigado desde que hice callar á los que seguían la triste moda de insultar al elemento-español de Cuba, era eso infalible señal de que la política ultramarina iba á tomar ya el carácter franco y resuelto de política nacional. Pero, ¿qué hubieran dicho los dipu- |
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