Juan Palomo, Año 5, Núm. 9-13, Marzo 1874

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Habana l.° de Marzo de 1874.
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Núm 9.

SUMARIO:
TEXTO. Menestra semanal, por Juan Palomo.—¡Que si la adoro! por Juan Perez.—Ego te absolvo-, por Juan de Austria.—Un con-
sejo, poesía, por A M. y Mendoza.—El boton, por Juan de Luz. —Re. ■voltillo teatral, por Juan Particular.—Epístolas á Juan Palomo: de Nueva York, por John Bull.—Tipos y topos, por A. A. Valladares.— Cuentos de Manigua: El Número Trece, por Juan Sin-Tierra.—Sartenazos . —Geroglífico.—Boletín bibliográfico.
CARICATURAS.—Poi Don Junípero.
MENESTRA SEMANAL.
a situación mía no pue-ser más agradable cada vez que me veo obligado á coger la pluma para llenar el número.
De lo que quiero hablar no puedo, y de que puedo, no quiero; con que, figúrese usted!
Y advierto que el no poder hablar de algunas cosas no consiste en ninguna clase de obstáculos, sino en que me duelen ’as muelas, vamos al decir.
Además, la situación del mundo no se presta gran cosa á dar materia para escribir un periódico. Es menester confesar que vivimos en una balsa de aceite.
España no está sosteniendo guerras más que con ios carlistas, los insurrectos de Cuba y los piratas
Joló, en Filipinas. ¡Nada más!
Inglaterra está rompiéndose el bautismo contra ios Ashantees de la* Costas de Oro. (¡De oro! ¿A cómo se cotizan esas costas?)—Las Costas de Oro e$ como si dijéramos las puertas de La Bolsa en la c*lle de Mercaderes.
Adelante.
Los rusos están en lucha con los terkomanos.
Los holandeses también andan á tiros por allá P°t el Asia.
Los franceses se encuentran tan á gusto con el gobierno de Mac-Mahon, que se lo comerían. ¡Co-^0 suena!
Lismark se ha puesto en lucha con el catolicismo.
El príncipe Alfonso estudia historia, y á La Epo-<ttle imponen multas por su amor al susodicho príncipe.
.En fin, que materialmente no hay de qué hablar, ^ ocurren sucesos que sean dignos de la prensa'.
. Vivimos en una balsa de aceite--pero llegán-
donos el aceite á la boca y faltándonos destreza nadar.
Ah! se me olvidaba....
Hay otro motivo para poner un sello á mis lá-bios y para que se paralícela pluma en mis dedos...
La Voz de Cuba me ha dicho que no entiendo de cánones....
Eso acabó con mis bríos periodísticos!
La Voz dijo primero que yo me iba á morir: no me he muerto, pero en cambio me dice ahora que no entiendo una palabra de cánones.
¿Podi é vivir después de la declaración de mi querido colega?
Mucho lo dudo; porque hay que advertir, como circunstancia agravante, que el mismo dia que La Voz de Cuba trajo el desconsuelo á mi corazón con aquellas palabras, tuvo dentro de su misma casa un disgustillo por.... nada----¿por qué dirán uste-
des?—Porque no sabía dónde guardar el mucho dinero que le produce lasuscricion.—¡Y se armó un zipizape sobre si había de ser en esta caja ó en la otra y por si cabe aquí ó no cabe allá!___
Ahora que recuerdo, no es todo paz y tranquilidad, como ántes dije.
Ay! mi alma es presa de un disgusto muy gordo.
Tengo un desafío pendiente_____Silencio, no sea
que lo descubra la policía y lo desbarate.
Yo ignoraba ese desafío, pero el Diario de la Marina vino á decírmelo él martes último con una sangre fria espantosa.
Pero el duelo no es con mi querido colega, no señor, es nada ménos que con el muy alto, noble y empingorotado señor Príncipe de Bismark.
Un periódico, que es órgano del Gran Canciller, ha dicho, soliviantado sin duda con las muchas mentiras que por aquí circulan para hacer subir el oro, que Francia, sumisaá la teocracia romanares incompatible con la yaz de Europa; y el Diario de la Marina, lleno de unción evangélica y con una plana de anuncios muy productiva, ha declarado que esas palabras son un reto lanzado á 147 millones de católicos.
“¿Qué sucedería, exclama el decano, si esos 147 millones de católicos recogiesen el guante?”
Sucedería, en primer lugar, digo yo, que ante todo se rifaría á ver á quien le tocaba el guante, porque uno sólo para tanta gente no nos servirá de nada. Y en segundo lugar, declaro que yo recojo el guante: ea, sí, señor, admito el reto. Lo admito desde luego, sin perjuicio de consultar después á nrs ciento cuarenta y seis millones novecientos noventa y nueve mil, novecie: tos noventa y nueve compañeros, para saber cómo piensan sobre el particular.
Y como estoy resuelto á que el lance se lleve á cabo inmedia amente, nombro padrino mió al director de La Voz de Cuba, que se pondrá en seguida en camino para Berlín, con objeto de arreglar los preliminares del duelo.
¡No faltaba más! Se habrá creído ese principillo de tres al cuarto que puede faltarno < así de palabra á 147 millones de amigos, redondos, es decir— me explicaré—los redondos no son los amigos, sino los números con que se expresa la cantidad.
Sólo sentiré que ese lance no me deje tiempo para ver al mandarin chino que ha de llegar de un momento á otro.
Porque ya vale la pena de esperar á un mandarin de cuarta clase con derecho á llevar boton y pluma de pavo.
De cuarta c’ase yo no he visto ningún mandarin: de más ínfima clase sí he visto muchos paseándose por esos mundos, muy al natural y sin plumas de pavo; á no ser que las llevaran debajo del frac.
El mandarín viene á enterarle de la vida que damos á sus compatriotas. ¡Oh, magnífica!
Si se fija un poco y vá por los alrededores de la Punta, verá que algunos ele ellos usan grilletes, del mejor gusto.
Le diremos que se los ponen porque es moda, sobre todo, después de haber cometido alguna fechuría. Y si pregunta por qué no los llevan otros, que no son chinos, le diremos que por modestia.
Y ustedes verán como se queda tan agradecido.
Juan Palomo.
¡QUE SI LA ADORO!
Yo la amaba!
Su abultado seno, su torneado pié, y aquella retrechera mirada con que solia hacerme cosquillas, me volvían loco.
Era mi amor el producto inadulterable de la suprema conmoción de todas las moléculas de mi ser, reblandecí las con el espiritual contacto del objeto de mi adoración.
Tanto la amaba, que no puedo resistir á la tentación de contárselo á ustedes, ya que por hoy no me es posible decirles algo más sustancioso.^
La historia de mis platónicos amores equivale á una ración bien despacha ia de sopas de ajo, que yo les sirvo haciendo fervientes votos para que les haga buen provecho.
En la cocina de Juan Palomo no hay ya elementos para confeccionar otra clase de pistos. La mostaza ha sido abolida por inconveniente; la pimienta suprimida por subversiva, y toda la sal que ha quedado en casa apénas basta para sazonar el puchero.
De modo que no hay más remedio que^ servirles á ustedes ese manjar incoloro, inodoro e insípido que se llama sopa de ajos, inventado en ei siglo XII por un sábio Príncipe de derecho divino, al que la injusta posteridad ha negado una estatua ecuestre en el Cáucaso.
Labrara invención debida áesta augusta y susodicha persona, consta en varios pergaminos cuyo ma olor atestigua lo respetable de la fecha. Dice asi:—
11 En el nome del Pater, et Fil s, et Espíritu Sancti: —Tomarás una cazuela; tomarás pan; tomaras aceite; tomarás ajos; tomarás....”