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Año III. PRECIOS DE SUSCRICION EN LA HABANA Un mes.........$ i ,, I Un año...........$ 10 ,, Seis meses.....$ 5-25 | Ntim. suelto....... ,, 25 Habana 1? de Diciembre de 1872. PRECIOS DE ST7SCRICION EN INTERIOR. Tres meses_____$ 3-75 Un año...........$ 1 2—75 Seis meses.....$ 7 ,, Núm suelto_______$ ,, 30 Núm. 48 STJIVUAÜIO: TEXT O.—Menestra semanal, por Juan Palomo.—Noticia fresca por Juan Perez.—Más agua y ménos fango, por Juan de Austria.— Frituras, por Juan de Juanes. — No más carreras, por Eusebio Blasco.— Epístolas á Juan Palomo: de Nueva York, por John Bull; de Méj i. co, por Juan Cackumiku.—Cuentos de Manigua:El Chavalillo, por Juan Sin-Tierra—Revoltillo teatral, por Juan Particular.—Sartenazos.— Boletin bibliográfico. CARICATURAS.—Por Don junípero y Cisneros. MENESTRA SEMANAL. oticias importantes tenemos de la insurrección: noticias que nos han sido comunicadas por Mr. Henderson; es decir, Mr. Hender-son las ha comunicado al Herald, y este goloso, digo, coloso de la prensa, nos ha dispensado el honor de trasmitirlas al público, perdonándonos ántes la vida. ¡Tanto honor! Demos las gracias de rodillas, —pero escondiendo la carterita de los billetes de Banco, por lo que pueda tronar—al goloso, digo, coloso^del periodismo. Pero volvamos á las noticias, que es lo que más nos interesa. Ignacio Agramonte tiene un campamento á muy corta distancia de Vista-Hermosa. ¡Qué lujo se permite el generalísimo! En ese campamento, que guarda el cuerpo invulnerable é incorruptible del héroe más bien confeccionado, despues del general Bum-bum, hay— Mr. Henderson los ha visto y los ha contado—hay ocho pantalones para todos los de la partida, que serán unos cien hombres. Los individuos que exceden del número de pantalones______ya me entiende usted. Me permitiré hacer una rectificación, aunque sea dejando por embustero á Mr. Henderson. Dado el aspecto deslumbrador que presentará aquél campo, habiendo cien personas y sólo ocho pantalones, niego lo que dice Henderson, de que Vista-Hermosa se halla cerca de aquel sitio. Vista-Hermosa está en el mismo campamento. ¡Ocho pantalones! ¿Quién los usará? ¿Tendrán poseedor perpétuo, ó irán alternando todos los de la partida, para ponérselos? Hay quien dice que no se usan desde que abandonó el campo insurrecto la espiritual, vamos al decir, esposa de Ignacio Agramonte. Hay quien dice que á éste le han venido siempre muy anchos todos los pantalones habidos y por haber. Hay quien dice, que cuando alguno de aquellos jefes aguerridos ha intentado ponérselos, las costuras le ha hecho llagas. Hay quien dice, que en los mismos pantalones de Mr. Henderson sucedió algo extraordinario, cuando atravesó éste las primeras avanzadas insurrectas. Hay quien dice que quedaron inservibles. Hay quien dice, que esos ocho pantalones son todavía restos de los que sacó Agramonte de Puerto-Príncipe cuando se rebeló contra su pátria. Hay quien dice, ¡y es lo más gordo! que aún se deben al sastre. De modo que el corresponsal del Herald ha empezado á estudiar los asuntos de Cuba por los países-bajos. Así es que cuando le pregunten en su país: —¿Qué aspecto presenta la cuestión cubana? —Malas pantorrillas, contestará; mucho hueso y muy negras. —¿Conoce usted sus tendencias y sus recursos? —De medio cuerpo abajo lo conozco todo: nada me queda por ver. La primera persona con quien tropezó Hen-derson en el campo insurrecto fué Enrique el Americano, coronel graduado de caballería, según cuentan las crónicas, y muy conocido en su casa. Nadie tenia noticia de él hasta ahora, y hubiera sido un héroe ignorado á no ser porque tuvo la suerte de topar con el corresponsal del Herald; ignorado hubiese muerto, y sin tener quien le levantara una estátua ó dos, ni quien lo coronase de laureles, ni quien sembrara de flores su camino, ni quien le prestara dos pesetas para comer en un caso de apuro. Pero La Revolución lo ha previsto, y en cuanto ha tenido noticias de Enrique el Americano, por lo que dice el Herald, vá ¿y qué hace? publica la biografía de este héroe graduado de caballería. Poco ántes de salir el Perrit con una expedición se presentó al general Jordán un joven rubio, alto y delgado. Jordán y el joven se miraron: comprendieron que eran dos héroes, y sin embargo, no pasó nada, ni siquiera un mordisco. A pesar de la prudencia con que en esta ocasión obró el joven rubio y alto, se llamaba, según él dijo, Enrique Earl, para servir á Dios y á usted. Vino á Cuba en el Perrit, y á todos sorprendió por lo vivo de su mirada y por su franqueza. Lo mismo le quitaba d dinero del bolsillo al que tenia á su lado, que se rascaba delante de las señoras. ¡Qué francote! Pero á los dos meses de llegar lo hicieron prisionero las tropas españolas en “Las Cuabas,” y lo fusilaron. Sí, señor; no se rían ustedes: con el testimonio de La Revolución puedo justificar que Enrique el Americano fué fusilado mucho tiempo ántes de encontrar á Henderson. Lo fusilaron, y dejaron su cadáver para que fuese pasto de las aves de rapiña. (Cuidado, que estoy copiando textualmente de La Revolución). Pero con el fresco de la noche volvió á la vida. Porque eso es sabido, si los muertos tuvieran resolución para salir á tomar el fresco de la noche, todos resucitarían. Lo difícil es que tengan esa resolu cion, porque generalmente reina mucha apatía entre los difuntos. Pues sí, señor; al fresco de la noche debemos el que haya quedado nulo el fusilamiento de Enri que, y que haya éste podido recibir á Henderson y hacer los honores de la casa. Prosigamos: de resultas de aquella resurrección lo hicieron capitán, en lo cual hubo injusticia notoria por parte del Gobierno de Cuba Libre, pues quien verdaderamente merecía el ascenso era el fresco de la noche, que fué el autor del milagro. Al verse Enrique capitán y ex-fusilado, se entusiasmó y dijo que su apellido no era Earl, sino que su verdadero nombre es Enrique Reef. Dejo al curioso lector el considerar qué sensación causaría en el Universo y en algunas otras partes tan inesperado descubrimiento. Aquell o fué un rayo, de esos que caen en las representaciones de zarzuela. ¿Por qué ocultó ántes su nombre? ¿Por qué lo descubre ahora? Nadie ha podido explicarlo. Es un misterio que la historia aclarará en su dia. ¡Oh, la historia!! Pero lo grande no es eso, sino que una vez revelado su verdadero nombre, lo quieren tanto sus compañeros, según dice textualmente el periódico que voy extractando, que se empeñan en no llamarle Enrique Reef, sino Enrique el Americano. ¿Ha visto usted qué desgracia de joven; no verse nunca llamado por su nombre? Sobre todos los génios pesa una fatalidad: todos los personajes de importancia tienen algo que Ies hace sufrir. Enrique Reef no consigue aclimatar su apellido. El gallo de Moron, tan célebre en la tradición,, tiene en su hoja de servicios la mancha de que le gustaban mucho las gallinas. Lo mismo que á Henderson, aunque con dístin-tos fines. Callemos. La historia hará justicia al fresco de la nocheF que desfusila á la gente, al héroe innominado y á los ocho pantalones del campamento de Agramonte. Juan Palomo,
Object Description
Title | Juan Palomo, Año 3, Núm. 48-52, Diciembre 1872 |
Translated Title | Juan Palomo, Year 3, Issue No. 48-52, December 1872 |
Variant Title | Juan Palomo, Semanario Satírico |
Contributor | Landaluze, Víctor Patricio de, 1828-1889 |
Note | Juan Palomo was illustrated by Cuban artist Victor P. de Landaluze. |
Subject | Cuban periodicals |
Genre | Periodicals |
Publication Date | 1872-12 |
Publication Place | Havana (Cuba) |
Coverage Temporal | 1860-1869; 1870-1879 |
Coverage Spatial | Havana (Cuba) |
Physical Description | 1 periodical; 39 pages |
Language | spa |
Repository | University of Miami. Library. Cuban Heritage Collection |
Collection Title | CHC Periodicals |
Collection No. | CHC9998 |
Call Number | AP63 .J83x v.3:1-52 (Jan-Dec 1872) |
OCLC No. | 437416713 |
Rights | This material is in the public domain in the United States. For additional information, please visit: http://merrick.library.miami.edu/digitalprojects/copyright.html |
Standardized Rights Statement | http://rightsstatements.org/vocab/NoC-US/1.0/ |
Object ID | chc9998000104 |
Type | Text |
Description
Title | Page 1 |
Object ID | chc9998000104 |
Digital ID | chc99980001040001001 |
Full Text | Año III. PRECIOS DE SUSCRICION EN LA HABANA Un mes.........$ i ,, I Un año...........$ 10 ,, Seis meses.....$ 5-25 | Ntim. suelto....... ,, 25 Habana 1? de Diciembre de 1872. PRECIOS DE ST7SCRICION EN INTERIOR. Tres meses_____$ 3-75 Un año...........$ 1 2—75 Seis meses.....$ 7 ,, Núm suelto_______$ ,, 30 Núm. 48 STJIVUAÜIO: TEXT O.—Menestra semanal, por Juan Palomo.—Noticia fresca por Juan Perez.—Más agua y ménos fango, por Juan de Austria.— Frituras, por Juan de Juanes. — No más carreras, por Eusebio Blasco.— Epístolas á Juan Palomo: de Nueva York, por John Bull; de Méj i. co, por Juan Cackumiku.—Cuentos de Manigua:El Chavalillo, por Juan Sin-Tierra—Revoltillo teatral, por Juan Particular.—Sartenazos.— Boletin bibliográfico. CARICATURAS.—Por Don junípero y Cisneros. MENESTRA SEMANAL. oticias importantes tenemos de la insurrección: noticias que nos han sido comunicadas por Mr. Henderson; es decir, Mr. Hender-son las ha comunicado al Herald, y este goloso, digo, coloso de la prensa, nos ha dispensado el honor de trasmitirlas al público, perdonándonos ántes la vida. ¡Tanto honor! Demos las gracias de rodillas, —pero escondiendo la carterita de los billetes de Banco, por lo que pueda tronar—al goloso, digo, coloso^del periodismo. Pero volvamos á las noticias, que es lo que más nos interesa. Ignacio Agramonte tiene un campamento á muy corta distancia de Vista-Hermosa. ¡Qué lujo se permite el generalísimo! En ese campamento, que guarda el cuerpo invulnerable é incorruptible del héroe más bien confeccionado, despues del general Bum-bum, hay— Mr. Henderson los ha visto y los ha contado—hay ocho pantalones para todos los de la partida, que serán unos cien hombres. Los individuos que exceden del número de pantalones______ya me entiende usted. Me permitiré hacer una rectificación, aunque sea dejando por embustero á Mr. Henderson. Dado el aspecto deslumbrador que presentará aquél campo, habiendo cien personas y sólo ocho pantalones, niego lo que dice Henderson, de que Vista-Hermosa se halla cerca de aquel sitio. Vista-Hermosa está en el mismo campamento. ¡Ocho pantalones! ¿Quién los usará? ¿Tendrán poseedor perpétuo, ó irán alternando todos los de la partida, para ponérselos? Hay quien dice que no se usan desde que abandonó el campo insurrecto la espiritual, vamos al decir, esposa de Ignacio Agramonte. Hay quien dice que á éste le han venido siempre muy anchos todos los pantalones habidos y por haber. Hay quien dice, que cuando alguno de aquellos jefes aguerridos ha intentado ponérselos, las costuras le ha hecho llagas. Hay quien dice, que en los mismos pantalones de Mr. Henderson sucedió algo extraordinario, cuando atravesó éste las primeras avanzadas insurrectas. Hay quien dice que quedaron inservibles. Hay quien dice, que esos ocho pantalones son todavía restos de los que sacó Agramonte de Puerto-Príncipe cuando se rebeló contra su pátria. Hay quien dice, ¡y es lo más gordo! que aún se deben al sastre. De modo que el corresponsal del Herald ha empezado á estudiar los asuntos de Cuba por los países-bajos. Así es que cuando le pregunten en su país: —¿Qué aspecto presenta la cuestión cubana? —Malas pantorrillas, contestará; mucho hueso y muy negras. —¿Conoce usted sus tendencias y sus recursos? —De medio cuerpo abajo lo conozco todo: nada me queda por ver. La primera persona con quien tropezó Hen-derson en el campo insurrecto fué Enrique el Americano, coronel graduado de caballería, según cuentan las crónicas, y muy conocido en su casa. Nadie tenia noticia de él hasta ahora, y hubiera sido un héroe ignorado á no ser porque tuvo la suerte de topar con el corresponsal del Herald; ignorado hubiese muerto, y sin tener quien le levantara una estátua ó dos, ni quien lo coronase de laureles, ni quien sembrara de flores su camino, ni quien le prestara dos pesetas para comer en un caso de apuro. Pero La Revolución lo ha previsto, y en cuanto ha tenido noticias de Enrique el Americano, por lo que dice el Herald, vá ¿y qué hace? publica la biografía de este héroe graduado de caballería. Poco ántes de salir el Perrit con una expedición se presentó al general Jordán un joven rubio, alto y delgado. Jordán y el joven se miraron: comprendieron que eran dos héroes, y sin embargo, no pasó nada, ni siquiera un mordisco. A pesar de la prudencia con que en esta ocasión obró el joven rubio y alto, se llamaba, según él dijo, Enrique Earl, para servir á Dios y á usted. Vino á Cuba en el Perrit, y á todos sorprendió por lo vivo de su mirada y por su franqueza. Lo mismo le quitaba d dinero del bolsillo al que tenia á su lado, que se rascaba delante de las señoras. ¡Qué francote! Pero á los dos meses de llegar lo hicieron prisionero las tropas españolas en “Las Cuabas,” y lo fusilaron. Sí, señor; no se rían ustedes: con el testimonio de La Revolución puedo justificar que Enrique el Americano fué fusilado mucho tiempo ántes de encontrar á Henderson. Lo fusilaron, y dejaron su cadáver para que fuese pasto de las aves de rapiña. (Cuidado, que estoy copiando textualmente de La Revolución). Pero con el fresco de la noche volvió á la vida. Porque eso es sabido, si los muertos tuvieran resolución para salir á tomar el fresco de la noche, todos resucitarían. Lo difícil es que tengan esa resolu cion, porque generalmente reina mucha apatía entre los difuntos. Pues sí, señor; al fresco de la noche debemos el que haya quedado nulo el fusilamiento de Enri que, y que haya éste podido recibir á Henderson y hacer los honores de la casa. Prosigamos: de resultas de aquella resurrección lo hicieron capitán, en lo cual hubo injusticia notoria por parte del Gobierno de Cuba Libre, pues quien verdaderamente merecía el ascenso era el fresco de la noche, que fué el autor del milagro. Al verse Enrique capitán y ex-fusilado, se entusiasmó y dijo que su apellido no era Earl, sino que su verdadero nombre es Enrique Reef. Dejo al curioso lector el considerar qué sensación causaría en el Universo y en algunas otras partes tan inesperado descubrimiento. Aquell o fué un rayo, de esos que caen en las representaciones de zarzuela. ¿Por qué ocultó ántes su nombre? ¿Por qué lo descubre ahora? Nadie ha podido explicarlo. Es un misterio que la historia aclarará en su dia. ¡Oh, la historia!! Pero lo grande no es eso, sino que una vez revelado su verdadero nombre, lo quieren tanto sus compañeros, según dice textualmente el periódico que voy extractando, que se empeñan en no llamarle Enrique Reef, sino Enrique el Americano. ¿Ha visto usted qué desgracia de joven; no verse nunca llamado por su nombre? Sobre todos los génios pesa una fatalidad: todos los personajes de importancia tienen algo que Ies hace sufrir. Enrique Reef no consigue aclimatar su apellido. El gallo de Moron, tan célebre en la tradición,, tiene en su hoja de servicios la mancha de que le gustaban mucho las gallinas. Lo mismo que á Henderson, aunque con dístin-tos fines. Callemos. La historia hará justicia al fresco de la nocheF que desfusila á la gente, al héroe innominado y á los ocho pantalones del campamento de Agramonte. Juan Palomo, |
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